
La teoría de las dos parejas. Boda A & M
Fotografías de Boda en El Villar de los Álamos
Desde hace tiempo me ronda la cabeza una teoría que no hace más que ir cobrando relevancia a medida que voy haciendo más reportajes de boda. Según esta teoría hay dos tipos de parejas. Las parejas que se casan porque es el siguiente paso lógico en la relación, según su lógica, claro, y las parejas que se casan simplemente porque quieren, porque les apetece. A lo mejor esto sólo es una tontería, pero yo creo que en el fondo dice mucho.
Me explico. Siempre digo que una boda es una fiesta, que es una demostración del amor de dos personas que deciden, un buen día, reunir a sus familiares y amigos más queridos para celebrar dicho amor juntos. Esta descripción creo que huye totalmente del compromiso o la obligación de hacer algo porque se supone que es lo correcto o porque «es lo que toca». Aún así, no es más que eso, una simple teoría. De hecho es una teoría que ni siquiera puedo comprobar, porque por suerte, y espero que siga siendo así siempre, por ahora sólo me han contratado parejas del segundo tipo. Parejas que se aman locamente y que por lo general, el día de la boda, durante los momentos previos a la ceremonia y durante la misma, están hechos un flan debido a los nervios y a la emoción del paso que han decidido, gustosamente, dar.
Un claro ejemplo de ello son Alejandro y Mamen. Recuerdo que desde un principio conectamos perfectamente. Nos conocimos apenas un año antes de su boda en la feria «Salamanca Nupcial«, en el Multiusos Sánchez Paraiso. Habían ido a la feria, al igual que otras cientos de parejas, para buscar lo que necesitaban para el gran día. Por lo que me contaron la primera vez que quedamos para hablar de todo tranquilamente, aquel día ya se iban para casa, bastante saturados tras haber visitado la mayor parte de la feria y no haber encontrado un fotógrafo que fuese precisa y exactamente lo que ellos buscaban, cuando, justo antes de salir, Mamen vio una fotografía en un stand y le dijo a Alejandro, «ESE ES NUESTRO FOTÓGRAFO».
La fotografía que Mamen vio fue una de mis favoritas, y una de las que creo que mejor pueden representarme a mí y a lo que trato de plasmar en cada reportaje de boda. Esta fotografía no podía ser otra que la de Marcos intentando contener las lágrimas de emoción ante su abuela justo después de la ceremonia. Resulta que Mamen, tiempo atrás, había visto esta fotografía en internet, pero no sabía de quien era, ni siquiera si era de un fotógrafo de Salamanca, y cuando justo antes de abandonar la feria la vio, sintió que era una señal.
De esta foto, o de por qué me centro tanto en este tipo de fotografías en vez de hacerlo en las fotografías épicas de postboda, ya hablaré largo y tendido. Pero digamos resumidamente que con la pareja que me contrate por una fotografía como la de Marcos con su abuela creo que conectaré instantáneamente. Simplemente porque me contratarán al valorar lo mismo que yo valoro. Los momentos. Los recuerdos. Todo aquello que no se puede posar, forzar ni repetir. Lo real. Lo auténtico. Pero, como digo, no estamos hablando de esto ahora. Y no he elegido el resumen de su boda para hablar de ello. He decidido compartir con vosotros mi alocada teoría de las dos parejas sobre las fotografías de su boda por una simple razón. Ellos son la mismísima representación física de la mitad de dicha teoría.
Alejandro y Mamen son una pareja que, tras muchísimos años de relación, tras haber viajado por medio mundo, ya con casa, con dos hijos, y con lo que mucha gente consideraría «una vida resuelta» (que esto no quite mérito a todo el esfuerzo por parte de ambos que hay detrás), han decidido casarse. No porque sea lo que tienen que hacer. No porque les toque. No porque la gente les insista en que es lo correcto. Sino porque simple, pura, y llanamente, les apetece. Porque un buen día decidieron que querían reunir a las personas que más querían y celebrarlo con ellos. ¿Se os ocurre algún motivo mejor que este? Porque a mí personalmente no.
Pero… ¿tiene algo que ver todo esto con cómo sea la boda? Aquí, un servidor, que aún no sabe cómo pudo enfocar las fotografías de la ceremonia con los ojos llorosos, cree que sí. La emoción, las miradas, el amor, la complicidad entre ambos, entre sus familiares y amigos, Lucía y Álvaro que, como buenos niños, no estuvieron precisamente quietos durante la ceremonia, la expresión más sencilla y pura de amor que se pueda imaginar, y mucho más… es lo que vi y viví junto a ellos en su boda.
La suya fue una ceremonia que me rompió por dentro, que durante casi una hora me hizo sufrir intensamente por la explosiva mezcla de las ganas de llorar y reír a la vez que intentaba no perderme el más mínimo instante. La celebración fue precisamente eso, lo que he dicho al principio. Una fiesta. O bueno, mejor dicho, una señora fiesta, en la que nadie dejó de comer, beber, bailar y divertirse durante casi doce horas. Pero bueno… es muy fácil «vender» con palabras… así que mejor os dejo con un breve resumen de lo que fue ¡¡¡EL GRAN DÍA DE ALEJANDRO Y MAMEN!!! 😀