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Menos es más II. Test Vicente Campo

Como dije hace poco en otra entrada del blog, menos es más, y las fotografías valen más que las excusas.

Las fotos que aquí podéis ver se hicieron porque a pesar de todo lo que nos impedía hacer una sesión como Dios manda, Vicente y yo decidimos no dejarlo para otro día y, nunca mejor dicho, ir a ciegas.

Vicente ahora mismo está estudiando en Italia. Yo tenía que hacer una boda en Salamanca justo un par de días antes de que cogiese el vuelo, y él me había enseñado fotografías de una localización a la que podriamos sacarle mucho partido, así que acordamos realizar la sesión el Lunes siguiente a la boda. Hasta ahí, todo bien, aunque todo, poco a poco, se fue complicando.

El Domingo había quedado para explicarle a una encantadora pareja mi particular forma de cubrir el reportaje de una boda y que ellos me contasen todos los detalles de la misma. Justo después tenía que ir de Salamanca a Madrid y en principio, estaría de vuelta a tiempo para comer el Lunes en Salamanca y hacer la sesión con todo el tiempo del mundo, en principio, claro.

La cosa se fue complicando, y aunque había quedado con Vicente a las cinco de la tarde, no pude salir rumbo Salamanca hasta bien pasada esa hora, justo después de que un amable chico me ayudase a empujar el coche para arrancarlo, porque la batería de mi querido coche había decidido pasar a mejor vida el día anterior, sí, justo antes de salir camino de Madrid. Finalmente llegué a Salamanca mientras anochecía. Todas las tarjetas de memoria que tenía estaban llenas con las fotografías de la boda de dos días de ese fin de semana, sólo me quedaba la tarjeta que compré con mi primera cámara reflex, una Compact Flash de 1Gb, las pilas de los flashes estaban en las últimas, pero con suerte podrían aguantar algunos disparos. Entonces llamé a Vicente y le conté la situación, ¡quería intentarlo! Me pareció genial su entusiasmo y quedamos a las diez de la noche para ir a una casa abandonada en proceso de construcción en la que no había luz alguna, con una cámara sin prácticamente memoria y flashes prácticamente sin pilas, ¡PERO LO IBAMOS A INTENTAR!

Tras media hora de viaje llegamos, y un sentimiento de rabia me recorrió el cuerpo. La localización era increible y le podríamos haber sacado muchísimo partido con más luz, ¡pero lo ibamos a hacer como fuese!

Alumbramos con las luces de nuestros telefonos por dónde pisábamos y empezamos inspeccionar la casa. Vi muchas fotografías posibles, y algunas probablemente realizables. Monté un flash de mano en un trípode y reboté el destello en las paredes y el techo. Para exprimir al máximo el Gb de memoria puse la resolución de la cámara a 5MPX y me daba 68 disparos posibles. Más que suficiente, sobre todo si tenemos en cuenta que antes de llegar al disparo cincuenta las pilas del flash murieron totalmente junto con la batería del móvil de Vicente y a mi móvil sólo le quedaba un 3% de batería que necesitábamos para llamar y que viniesen a recogernos.

Una sesión de viente minutos, que a ambos nos supo a poco, pero que contra todo pronostico, nos dio el resultado que podéis ver en estas fotografías.

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